Sobre la espiritualidad y la búsqueda de respuestas
No podemos criminalizar a la gente por buscar respuestas en lugares alternativos al discurso hegemónico descrito como científico. Lo “científico” no ha podido en numerosas ocasiones dar respuestas a los diferentes malestares, sensaciones, sinvivires que sentimos. Lo pongo entre comillas porque la ciencia, aunque denominada en singular, tienes aaamplias ramas y perspectivas, y mucho de lo que muchos nombran “pseudocientífico” está siendo demostrado en otros retículos de la comunidad científica que, voluntaria o involuntariamente, ignoran.
Hablo de esa visión hegemónica y hegemonizante de entender la ciencia. La cuestion es que somos muchos los que en alguna ocasión nos hemos sentido huérfanos: huérfanos de un sentido, de una narrativa que dote de sentido y legitimidad a lo que nos ocurre. No podemos culpar a alguien por buscar respuestas a preguntas que generan desazón, aunque los busquen en sitios que hasta ahora han sido tachados como “pseudocientíficos”. Hay huecos, interrogantes a los que la “ciencia” tradicional no ha llegado, necesidades que no ha colmado. Y los interrogantes exigen respuestas; ¿acaso hay algo más humano que buscar respuestas?
Podríamos, en todo caso, escuchar a quien se ha sentido colgado, en vez de tacharlo de “colgado”, porque sí, puede que esté colgado, colgado por un sistema de creencias que no cuenta con lo necesario para sostener su desazón. Dejándolo en el aire.
Es más fácil, supongo, señalar al que se queda “colgado” por el sistema tradicional de creencias, que cuestionar y replantearse las fallas de la misma. En todo caso, creo que es un ejercicio al que no deberíamos renunciar. Porque quien busca otro camino, a menudo más rocoso, es porque el viejo y el habitual le ha dejado de servir. ¿Quién decide sobre la ilegitimidad de construir nuevas vías de sentido? ¿Soy culpable por haber encontrado respuestas donde otros solo ven mentiras? ¿Quién entonces, se ocupará de dármelas?